Entre los muchos beneficios que aporta el ajedrez a los niños que los practican podemos incluir el de aumentar el sentido de la responsabilidad. El jugador de ajedrez es el único responsable de su derrota, de sus jugadas y, por tanto, de sus errores. No se puede dividir la responsabilidad de la derrota como ocurre en los deportes o actividades en equipo.
No existe la posibilidad de rectificar los movimientos que hacemos, lo que nos obliga a ser precisos y analizar lo mejor que podamos cada posibilidad. Y una vez que iniciamos una jugada, tocando una de nuestras piezas, ya tenemos la obligación de moverla, aun en el caso de que descubramos antes de completar el movimiento otras posibilidades mejores. “Pieza tocada, pieza jugada” reza esa ley que no debemos olvidar. Eso sí, cuando tomamos una pieza y comenzamos a moverla, podemos variar nuestras intenciones hasta que no la soltemos. Por ejemplo, yo podría tomar mi alfil y comenzar a moverlo a lo largo de una diagonal y, si antes de soltarlo en la casilla de destino descubro que prefiero no hacer esa jugada, aun puedo cambiar mis intenciones. Siempre, insisto, que no hayamos soltado la pieza. Por supuesto deberé mover el alfil que he tocado, pero puedo elegir a dónde moverlo.
Esta regla de “pieza tocada, pieza jugada” ayuda a aumentar ese sentido de la responsabilidad en los niños y a aprender a valorar bien todas las posibilidades antes de tomar una decisión. Y es que el ajedrez también fomenta nuestra capacidad en la toma de decisiones. En el ajedrez hay que tomar decisiones continuamente. Muchas personas que no están acostumbradas a tener esa responsabilidad de tomar decisiones con frecuencia pueden tener serias dificultades cuando se enfrentan a situaciones en la vida en la que hay que decidir entre varias opciones. El ajedrez nos ayuda a pensar, a ser responsables y a valorar y analizar lo mejor posible antes de tomar decisiones.
Pero esa regla de “pieza tocada, pieza jugada” es la que da lugar al mayor número de reclamaciones en el ajedrez escolar. He asistido a muchos conflictos en partidas de ajedrez entre niños, sobre todo en competiciones importantes, en donde uno de ellos asegura que su rival ha tocado una pieza, mientras que su oponente lo niega. ¡Cuántos llantos acaban viéndose en estos casos! Hay que decir que ante este tipo de reclamaciones lo habitual es que el árbitro compruebe si hay algún testigo imparcial. Normalmente, en caso de que no lo haya, se suele dar la razón al que dice que no ha tocado la pieza. Cuando un jugador quiere tocar una pieza para situarla bien en el centro de la casilla, pero sin intención de moverla, debe usar la expresión “compongo”, lo cual evitará problemas.
Pero no pensemos que estos problemas sólo surgen en las competiciones de ajedrez entre niños. En una famosa partida entre Kasparov y Judith Polgar, el primero de ellos soltó durante menos de un segundo una pieza en una casilla y luego quiso rectificar. De hecho los árbitros le permitieron hacer otra jugada, ya que no se podía probar que Kasparov hubiera soltado la pieza, tal y como decía la joven Judith Polgar. Más tarde y gracias a una grabación de vídeo se descubrió que la reclamación de Polgar era correcta.
Como anécdota os cuento algo que me ocurrió en una partida rápida que disputaba frente a mi buen amigo el G.M. Carlos Matamoros en un torneo nocturno en Roquetas. En aquella partida yo tomé una pieza y comencé a realizar mi jugada. Antes de soltar la pieza y concluir el movimiento advertí que esa jugada era perdedora. Como no había soltado la pieza, la volví hacia atrás a su casilla de origen, miré a Matamoros que me observaba extrañado y aunque quería expresar: “he tocado la pieza, pero como no la he soltado, voy a pensar dónde moverla” en su lugar me salió el famoso. “compongo”. En ese momento ambos rompimos en una carcajada y, por supuesto, acabé moviendo aquella pieza a alguna casilla.
Comentarios
Buena pregunta. No sólo es legal volverla a soltar para pensar, sino que es así cómo debe hacerse. Lo que no es demasiado correcto es mantener la pieza en la mano mientras pensamos dónde moverla, ya que impedimos que nuestro rival piense con la posición correcta en el tablero.
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